Esta
si que es buena, ¿acaso no es la mejor opción decorar el espacio de mi compañía
con los colores corporativos? ¿No es la mejor opción para hacer que mis
empleados se sientan parte de esta gran familia que es mi compañía? ¿Me están
diciendo que es perjudicial para la productividad?
Pues… es muy posible.
Resulta
que los colores, al igual que el resto de características del espacio de
trabajo, distribución, iluminación, mobiliario, climatización, etc…, afectan
también a la productividad de los empleados.
El
color altera la tensión arterial, la tensión en músculos, nervios, y aparte, nuestro
cerebro lo asocia con distintas situaciones, con lo que afecta a nuestro estado
de ánimo, y según esté éste así trabajaremos. Por ejemplo, los colores
relacionados con el naranja favorecen la interacción, la comunicación, la
negociación, ¿curioso verdad? Por el contrario, los verdes favorecen la
relajación, la creatividad, el trabajo individual,…
Todo
esto refuerza la idea de que la selección y diseño de un espacio de trabajo
debe responder a las necesidades de la compañía como unidad, pero también, y es
muy importante, a las necesidades de la plantilla, y definirse en base a ellos,
del mismo modo que un CPD se diseña en base a los equipos que contiene.
Bien,
ya sabemos que los colores afectan directamente al estado de ánimo de las
personas, pero, ¿afectan de otra manera? Si, y de qué manera.
En
primer lugar, la unión de ciertos colores, con el tipo de material y una cierta
iluminación, puede provocar deslumbramientos, generando molestias a las
personas afectadas por ellos. Como se puede ver la elección del color va
íntimamente relacionada con la iluminación del espacio, o al contrario, y con
acabado de los materiales empleados.
También
hemos de tener cuidado con el campo de visión de cada trabajador, si en ese
campo de visión tenemos grandes contrastes de color, aparte de dificultar la
concentración, pueden producir cansancio, al tener el ojo que adaptarse
continuamente a esos cambios tan importantes. No olvidemos que estamos
diseñando un espacio de trabajo, y la prioridad que debe estar por encima de
todas es favorecer el incremento de productividad de los empleados.
Pero,
¿y económicamente? ¿Puede afectar de una forma positiva o negativa
económicamente hablando? Pues de nuevo la respuesta es sí.
Empleando
colores claros en los techos con una alta capacidad de reflexión (superior al
60%) podremos reducir la iluminación necesaria aunque mantengamos un tono
oscuro en el suelo y con una reflexión inferior al 30%, necesario en muchos
casos por razones de durabilidad. Un mobiliario en tonos claros, unas paredes
en colores cálidos, siempre ayudarán a reducir la necesidad de iluminación
artificial. Ahora, ojo con los deslumbramientos, cuidemos la textura de los
materiales.
En
oficinas con colores fríos, de aspecto tétrico, en muchos casos, en un intento
por hacer más acogedora la oficina, se aumenta la temperatura, con el
sobrecoste en climatización que ello conlleva, empleando colores cálidos, como
el crema, el melocotón, cambiamos esa situación, haciendo más acogedora y
cálida la oficina. Otro ahorro económico.
¿A
qué conclusión llegamos? Sencillo, los colores son un elemento más analizar en
un espacio de trabajo, pero a analizarlo desde el punto de vista funcional,
desde la óptica del incremento de productividad por encima de cualquier visión
meramente decorativa.